Es necesario insistir en que un caso de acoso escolar queda establecido por la existencia real y contrastada de conductas de hostigamiento y violencia que se producen de manera real y efectiva, con independencia de la personalidad del niño acosado, o de su mayor o menor resistencia psicológica al daño psicológico que aquellas conductas pueden ocasionarle con el tiempo.
La reacción habitual de padres y educadores suele ser alguna de las siguientes formas de trivialización del problema que conduce a las víctimas directamente a ser abandonadas, culpabilizadas y a cronificar el daño psicológico:
- “El acoso es parte de la vida y hay que resignarse a él”.
- “Yo también lo sufrí y no pasa nada, aquí estoy”.
- “El acoso te hace más fuerte, así espabilarás”.
- “Los acosadores son los fuertes y los fuertes triunfan en la sociedad”.
- “Son cosas de chicos, no hay que meterse”.
- “Aprende a defenderte por ti mismo”.
- “Tú, no les hagas caso, haz como si no fuera contigo”.
- “Sólo son juegos entre niños”.
- “El acoso te prepara mejor para la vida, y para lo que te encontrarás después cuando seas mayor”.
Tampoco es correcto ni saludable el enfoque tradicional de los padres que ofrecen a sus hijos un mensaje equivocado y nocivo que consiste en pedirles que sean violentos contra la violencia, que deben responder con violencia, pegar antes de que les peguen, o que deben estar encima y no debajo en las peleas…
Tales mensajes dejan a los niños ante el dilema terrible de “o bien soportar la violencia en indefensión o tener que convertirse ellos mismos en seres violentos”.