Falso mensaje en algunos programas antibullying o antiviolencia escolar

Son criticables asimismo aquellos programas antibullying o antiviolencia escolar que subrayan la necesidad de reforzar la asertividad o habilidades sociales en los niños víctimas de acoso como forma de luchar contra este problema. Emiten un falso mensaje respecto a que es la víctima la que presenta un problema psicológico que debe resolver. De este modo ocultan la verdad técnica de su inocencia.

Muchos centros escolares incurren en una revictimización secundaria desarrollando programas de intervención basados en el refuerzo de la resiliencia, las técnicas defensivas (defensa personal, boxeo, judo, kárate, etc…), la asertividad o las habilidades sociales de las víctimas de acoso escolar.

No se debe tratar de aclimatar a los niños a la violencia, enseñando meramente a sus víctimas a que aprendan a defenderse.

Protección efectiva frente a la violencia en los centros escolares

Por el contrario, resulta absolutamente perentorio que un centro educativo deje de ser un lugar impune en el que se asume sin más que rige la Ley de la Selva o la Ley del más fuerte o que solo la gestión particular de cada uno, defendiéndose de su acosador sea el único recurso eficaz.

A nadie se le ocurriría hoy practicar una intervención con mujeres maltratadas enseñándolas a enfrentarse violentamente a la violencia que sufren.

Tampoco sirven los programas de mero refuerzo de la autoestima, y de desarrollo de habilidades sociales para las víctimas.

La violencia efectiva requiere la protección efectiva por parte de los centros escolares, que deben mantener una tolerancia nula a estas conductas.

Los niños que resultan ser víctimas del acoso y la violencia escolar deben ser protegidos en sus centros. Es su derecho fundamental como niños el poder ir al colegio sin recibir violencia psicológica o física por parte de nadie.

La institución escolar tiene el derecho y el deber de ser un lugar seguro donde maximizar el derecho y las oportunidades de aprender.

No cabe el amplio margen de tolerancia que habitualmente observamos en tantos centros educativos, frente a las conductas de hostigamiento y violencia escolar, precisamente porque la impunidad continuada consagra a los acosadores como tales y refuerza su perverso aprendizaje confirmando para ellos los réditos que les proporciona la violencia.

La impunidad de los agresores refuerza la indefensión aprendida en los niños que son víctimas de acoso escolar. Estos niños crecen en el seno de instituciones educativas que dejan a cada cual a su suerte en la gestión de la violencia, la intimidación y el abuso.

El futuro depredador social

Un niño que amenaza a otro y obtiene así su merienda, su dinero, sus cromos, o incluso su sometimiento psíquico descubre que no pasa nada, que nadie hace nada, y termina generando un patrón de comportamiento habitual y sistemático.

Vivir en esa impunidad a sus conductas le lleva a convertirse en un acosador en serie que, de no mediar una respuesta a tiempo de la institución educativa, se transformará en un adulto futuro depredador social: acosador de su pareja, de sus compañeros de trabajo o de sus vecinos.

Victimizar o ser víctimas de esa violencia

También los testigos del acoso cuando resulta impune van a interiorizar el terrible aprendizaje de que, por si acaso, conviene siempre estar del lado de los más fuertes, es decir del lado de los que victimizan a otros. Victimizar a otros es la garantía de no ser elegidos como víctimas de la violencia. Por ello muchos de estos niños testigos suelen pasar de la indiferencia inicial ante la violencia a una colaboración y a una militancia activa en los gangs de acoso escolar.

Prefieren antes ser colaboradores y cómplices que víctimas de esa violencia. Para no ser linchado, no hay como participar en el linchamiento del compañero que está resultando victimizado.

El sistema educativo con la pasividad ante el Acoso Escolar dibuja un mundo terrible en el que hay que elegir entre ser sistemáticamente la víctima o el verdugo de otras víctimas.

Muchos adolescentes terminan su etapa escolar derrotados por anticipado, con la convicción terrible y demoledora de que en este mundo solo cabe la subyugación de los más pacíficos o vulnerables a manos de los más fuertes o dominantes.

Algunos justifican este tipo de perversión moral desde las posiciones trasnochadas y victimizadoras del darwinismo social, con un tipo de justificación éticamente inadmisible que lleva a aparecer como indigno de existir a todo aquel que es violentamente eliminado, bajo el pretexto de la supervivencia de los más aptos de la especie.

El Acoso Escolar modela los comportamientos de los acosadores, las víctimas y los testigos.
Y por ello sitúa en un lugar esencial la necesidad y obligación del centro escolar de romper la impunidad como forma de evitar la configuración tanto de futuros depredadores sociales (los acosadores) y de futuros adultos anticipadamente derrotados por la indefensión aprendida (las víctimas de acoso). Esta indefensión es la que les suele convertir en objetivos fáciles por ser más vulnerables a otras formas de acoso en la vida adulta.