El concepto de BULLYING, puede traducirse de manera correcta al castellano como acoso escolar.
Representa una conducta de maltrato y falta de respeto al niño o niña que viola su derecho reconocido a gozar de un entorno escolar libre de violencia y de hostigamiento.

El noruego Olweus (1983), uno de los pioneros en el estudio de la victimización en entornos escolares, proporcionó hace más de 30 años una definición del maltrato entre iguales que ha servido para orientar de qué estamos hablando realmente.
Para Olweus, la victimización o maltrato psicológico entre iguales se corresponde con una conducta de persecución física y/o psicológica que realiza el alumno o alumna contra otro u otros, a los que elige como víctimas de repetidos ataques.
Esta acción, no es en absoluto trivial ni casual, sino negativa e intencionada, y sitúa a sus víctimas en posiciones de las que difícilmente pueden salir por sus propios medios.
La continuidad de estos ataques provoca con el tiempo en las víctimas una serie de efectos claramente negativos: disminución de su autoestima, estados de ansiedad, cuadros depresivos e incluso cuadros de estrés postraumático infantil, que dificultan su evolución e integración a medio plazo en el medio escolar.
Con todas estas notas características el Acoso Escolar puede definirse como:
“Un continuado y deliberado maltrato verbal y modal que recibe un niño o una niña por parte de otro u otros, que se comportan con él/ella cruelmente con el objeto de someter, amilanar, arrinconar, excluir, intimidar, amenazar u obtener algo de la víctima mediante chantaje y que atentan contra su dignidad y sus derechos fundamentales.” (Piñuel y Oñate, 2007).
El acosador y la relación social con los demás
El objetivo de la práctica del acoso escolar es “intimidar, apocar, reducir, someter, amilanar, aplanar, amedrentar y consumir, emocional e intelectualmente a la víctima”, con vistas a obtener algún resultado favorable para quienes acosan y/o satisfacer una necesidad imperiosa de dominar, someter, agredir, y destruir a los demás que pueden presentar los acosadores como un patrón predominante de relación social con los demás.
En ocasiones, el niño que desarrolla conductas de hostigamiento hacia otros busca, mediante “ensayo-error”, obtener el reconocimiento y la atención de los que carece llegando a aprender un modelo de relación basado en la exclusión y el menosprecio de otros.
Con mucha frecuencia el niño o niña que acosa a otro compañero suele estar rodeado muy rápidamente de un Gang o grupo de acosadores que se suman de manera unánime y gregaria al comportamiento de hostigamiento contra la víctima.
La violencia encuentra una forma de canalizarse socialmente, materializándose en un mecanismo conocido de regulación de grupos en crisis: el mecanismo del chivo expiatorio.
La comprensión de este mecanismo de chivo expiatorio de una manera no trivial, sino en la forma expuesta reiterativamente en los últimos treinta años por el antropólogo René Girard (Girard; 1999, 2003), resulta esencial para entender el modo en que se desarrollan todas las formas de acoso psicológico, entre ellas también el acoso escolar (Piñuel, 2004, 2008, 2013; Oñate y Piñuel, 2007).
Mobbing escolar o Bullying. Qué término utilizamos para referirnos a Acoso Escolar
Muy rápidamente y desde las primeras investigaciones se generalizó el término “mobbing” (del verbo to mob = acción de una masa que arrolla a un individuo) para referirse a este tipo de violencia grupal y psicológica contra una víctima (Heynemann, 1979; Leymann, 1984).
El término procede de la etología y de la formulación que el más tardío Konrad Lorenz realizó a la vista de sus observaciones con gansos (Lorenz, 1973).
El hecho de que “mobbing” sea un neologismo no utilizado casi en la lengua inglesa habitual explica que en algunos países anglosajones se haya preferido para referirse al acoso escolar el término “school bullying” al de mobbing escolar.
Se habla alternativamente en ello de “bullying at school” y de “bullying at work” para diferenciar los diferentes ámbitos de aplicación del concepto.
A pesar de ello en muchos otros países como Canadá, Australia, Irlanda, Alemania, Italia y España ha triunfado más el término mobbing como referente del acoso psicológico manifestado en el trabajo y se ha reservado el término Bullying como referente del Acoso Escolar.
En nuestra opinión el término mobbing recoge mucho mejor la acepción grupal de los fenómenos de acoso psicológico escolar y laboral y el hecho identificado por la mayoría de autores de que en casi todos los casos la evolución en el tiempo de estos procesos conduce a una situación de persecución, de linchamiento colectivo (mob) o de “todos contra uno”.
Resulta asimismo pertinente la definición que Lorenz de forma pionera proporcionó del mobbing entre animales. Este investigador señaló con enorme perspicacia el hecho de que el mobbing se produce cuando un grupo de animales se conduce de manera hostil contra otro animal de la misma especie de mayor envergadura por el que el grupo de animales más débil se siente amenazado.
El término “bullying” (matonismo) se ha generalizado en España y en otros países de lengua española como término especial y únicamente referido al acoso en el ámbito escolar y con una acepción muy próxima a su traducción literal del inglés como “matonismo” o “agresión o intimidación física”.
De esta acepción reduccionista que enfoca el acoso escolar como un maltrato predominantemente físico se derivan no pocas confusiones en el ámbito de la investigación y del diagnóstico de los casos de acoso escolar.
Lo cierto es que el maltrato y la intimidación físicos así como las agresiones directas no dejan de ser sino una parte existente pero muy pequeña dentro del total de las conductas de acoso y violencia escolar.
Por otro lado según hemos podido constatar en nuestros estudios, esta violencia física es la que en términos relativos menor daño psicológico causa en los niños acosados frente a otro tipo de violencia más psicológica y social.
El uso del término anglosajón bullying, y su acepción y traducción al castellano claramente sesgada dentro de un referente de “violencia o intimidación de tipo físico”, oculta a veces de un modo deliberado e inadmisible una realidad de violencia que es más amplia y extendida entre los niños: la violencia psicológica.